Dismorfia del selfi, cuando te obsesionas con parecerte a tu imagen co – Saigu Cosmetics
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Dismorfia del selfi, cuando te obsesionas con parecerte a tu imagen con filtro

Dismorfia del selfi, cuando te obsesionas con parecerte a tu imagen con filtro

Siempre ha habido un personaje famoso al que nos hemos querido parecer, un ideal de belleza, aunque fuera pura irrealidad de Photoshop, al que hemos aspirado. Con los filtros de las redes sociales, no nos hace falta buscar en los demás los referentes de belleza, nos basta con contemplar nuestra propia imagen retocada. Aspirar a parecernos a esa creación, que no nos guste la imagen que nos devuelve el espejo y que eso suponga un problema que condiciona nuestra vida es lo que se conoce como dismorfia del selfi, un trastorno relativamente nuevo del que hemos querido saber más en Saigu. 

La cosa empezó como una broma: unas orejitas de conejo, exageraciones graciosas de nuestros rasgos… Lo lúdico dio paso al coqueteo con la mejora de nuestro aspecto: un poquito de rubor en las mejillas, unas pecas graciosas aquí y allá… Hasta que en el juego lo que se propuso fue cambiar nuestro rostro por completo: caras afiladas, pómulos más marcados, ojos separados, nada de arrugas, adiós a las manchas… Los filtros de Instagram y de TikTok, con su belleza irreal y estandarizada al extremo, se habían colado y normalizado en nuestro día a día. 

Hubo voces de alerta, incluso entre los influencers, que señalaron cómo estas herramientas distorsionaban nuestra idea de belleza y generaban aspiraciones, por su inexistencia, inalcanzables. Se abrían las puertas a un nuevo fenómeno: la dismorfia del selfi. 

Una dismorfia del selfi quiere decir que yo me quiero parecer a los filtros de Instagram o de TikTok”, explica para Saigu Sergio García Soriano, psicólogo sanitario, experto en intervención social y psicoterapeuta. Es decir, una ya no aspira a ser como la modelo o la famosa que ha visto en un anuncio o en la portada de una revista, sino que quiere ser como su propia imagen después de pasarla por los filtros de redes sociales. 

De momento, la dismorfia del selfi no aparece recogida en el DSM-5, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que utilizan los profesionales en consulta; pero sí que se considera que está ligada al Trastorno Dismórfico Corporal (TDC)

El TDC no es algo nuevo, se describió por primera vez a finales del siglo XIX y comenzó a considerarse trastorno mental en 1980. La Universidad Católica de Chile, en un estudio realizado sobre el tema, lo define como “la preocupación excesiva y desproporcionada por un defecto mínimo o imaginario en la apariencia física. El defecto generalmente se encuentra en la cara, aunque puede ser en cualquier parte del cuerpo”. 

“Veo que no me gusta el tamaño de mi nariz, de mis orejas, de mi boca… y a partir de ahí, existe una exageración sobre la percepción que yo tengo de mi propio cuerpo, sobre mi aspecto”, nos cuenta Sergio.

Los adolescentes, los más vulnerables a la dismorfia del selfi

Al ser un fenómeno relativamente nuevo, no existen cifras sobre la prevalencia de la dismorfia del selfi en la población. Ahora bien, sí que se puede deducir que los adolescentes son la población más vulnerable a este trastorno. Para empezar, según el citado estudio de la Universidad Católica de Chile, el TDC, que afecta al 2% de la población y al que está ligado la dismorfia del selfi, suele detectarse por primera vez en torno a los 16,4 años

Para continuar, como indica Statista, casi un 39% de los consumidores de Instagram en el mundo tienen entre 13 y 24 años. Si hablamos, por ejemplo, de TikTok y de España, el porcentaje se eleva a más del 40% en esa franja de edad. 

Vulnerabilidad psicológica

Llegados a este punto resulta necesario hacer un inciso para aclarar que el uso de filtros no es negativo per se ni para todo el mundo, que hay quien no se deja arrastrar por esos cánones y que no desemboca necesariamente en el desarrollo de patologías como el TDC o la dismorfia del selfi. Para llegar hasta ello, el psicólogo Sergio García matiza que suele haber de base una vulnerabilidad psicológica previa. “Si tengo depresión, ansiedad, anorexia, bulimia… Todo esto pueden ser trastornos que hacen una comorbilidad con el trastorno dismórfico corporal”, nos matiza. 

De ahí, que Sergio detecte dos cuestiones: “los factores etiológicos o principales, que es esa vulnerabilidad psicológica previa; y luego los factores precipitantes, que es tener acceso al teléfono, a ese ideal de belleza. Por lo tanto, cuanto antes llegan los adolescentes con esta vulnerabilidad a las redes sociales, antes es posible que comiencen este trastorno dismórfico corporal”. 

Síntomas que permiten detectarlo

Los síntomas pueden ir desde acciones menos visibles para su entorno, como el compararse con uno mismo o con los demás; las conductas de camuflaje, como el maquillarse o el sentir inseguridad; hasta otras que ya pueden implicar un deterioro social, laboral y académico por una preocupación constante de la persona por su imagen que puede desembocar, incluso, en no querer salir. 

Entre medias, conductas que pueden llevarlas a cambiarse de ropa seis o siete veces al día; a tirarse o arrancarse cabello ante el nerviosismo que sienten; y hasta a someterse a tratamientos dermatológicos, dentales y quirúrgicos. “Son carne de quirófano para intentar encontrar ese ideal”, resume Sergio.

Es decir, de repente, en la vida de la persona que padece esta dismorfia del selfi todo gira en torno a su aspecto físico. “Están dentro de un circuito donde todo lo demás lo hacen secundario, al mismo tiempo que dejan de tener compromisos sociales por esa autoexigencia que tienen sobre su propio ideal”, sentencia. 

Tratar lo personal, teniendo en cuenta también lo social

El psicólogo Sergio García considera interesante hacerse una pregunta: ¿por qué quiero parecerme a ese ideal de belleza que, además, es inalcanzable? “Es ahí donde el terapeuta pone el foco para ver qué está sucediendo porque a partir de ahí, se generan distorsiones”.

En terapia, el especialista apunta a que se lleva a cabo un trabajo de autoestima, de asertividad, sobre los complejos y la autoexigencia que la persona tiene con su cuerpo y se busca que haya una percepción saludable. 

También las frases que a estas personas se les ha dicho en sociedad o que han escuchado de sus padres, y que han asumido como propias. Porque sí, el desarrollo de este trastorno tiene un fuerte componente social

“Cuando son cuestiones que están sucediendo en el adolescente, lo social es fundamental, es un espejo que nos devuelve una mirada. Ahora, el chico o la chica se están mirando en Instagram, pero esa mirada que tienen ha sido construida a lo largo de años por otro tipo de frases, de conceptos o de situaciones”, explica Sergio para Saigu. Revisar la mirada poco saludable que la sociedad le está devolviendo sobre su cuerpo y desmontarla, “unido a una buena autoestima y a un proyecto de vida afectivo y profesional, hace que disminuya este tipo de patología”, nos resume.

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